Iba a demostrar que la paradoja del viaje en el tiempo no era real. Para poder comprobar su teoría sin margen de duda, había elegido modificar su propia historia: conocía el día, el momento exacto en que su padre había propuesto matrimonio a su madre. Él no había sido concebido hasta un año después, no cabía pensar en que se hubiera casado embarazada. Estaban sus recuerdos, los 19 años que compartió con su padre antes de que la muerte se lo llevara. Estaban las cartas a su madre, las postales, decenas de fotos formando
un atado.
Él era real, existía. Y sin embargo iba a matar a su padre el mismo día en que se sellaba la unión que le daba origen, iba a destruir la combinación biológica que llevó a su nacimiento a pesar de ser el fruto de esa relación. Al regresar, no solo probaría el viaje en el tiempo, sino la ruptura de todas las contradicciones y oposiciones a su teoría. Fuese cual fuese el cambio operado en el pasado, el futuro de donde partía el viajero se mantendría
inalterable.
La escena era la misma, la sala de su casa, treinta años antes. no pudo evitar sonreír, ni siquiera habían cambiado el orden de los muebles, había calculado exactamente "aparecer" detrás del amplio sofá. Su madre estaba sentada con las manos cruzadas, esperando, podía sentir su aliento agitado, oler el aroma de sus cabellos. Era la hora, su padre estaba a punto de tocar la
puerta. Apenas tuvo tiempo de ocultarse.
Esperó el saludo formal, típico de la época, sabía que se sentarían en el sofá, ahí había sido pronunciada la frase. Saltó sobre el hombre, dispuesto a estrangularlo, contando con el factor sorpresa.
Antes de caer abatido por un disparo escuchó el grito de terror de su madre.
"No te preocupes", le dijo en tono suave, mientras le acariciaba las manos,